Eso fue lo que hizo el Homo erectus, una especie clave en nuestra evolución que apareció hace casi dos millones de años y vivió durante más tiempo del que hemos existido los Homo sapiens. Estos humanos primitivos fueron los primeros en salir de África, extendiéndose hacia Asia y Europa, lo que los convirtió en verdaderos pioneros.
Con un cerebro más grande que el de sus antecesores y una postura completamente erguida, el Homo erectus ya usaba herramientas de piedra más avanzadas, como hachas de mano. Pero su gran avance fue el uso del fuego, no solo para cocinar alimentos y mejorar su dieta, sino también para protegerse de depredadores y colonizar ambientes más fríos.
Algunos de los restos más famosos, como el Niño de Turkana en Kenia o el Hombre de Pekín en China, muestran que tenían un estilo de vida nómada, viviendo en grupos pequeños y cazando en equipo. Aunque no dejaron arte ni construcciones, su impacto fue enorme: sentaron las bases para la expansión y desarrollo de las especies humanas que vendrían después.